
Cántabros y romanos
Antes de la invasión romana de la Península, parece que ya hubiera participación de los cántabros en la guerra de los cartaginenses contra Roma; se cree que también participaron en el 151 a.d.C. en las luchas de los Romanos contra los vacceos de la Meseta. Además ha habido rumores de que vacceos y cántabros acudieron a socorrer a los numantinos y estuvieron presentes en las guerras sertorianas. Con el testimonio de Julio César, lo que es innegable, es su participación con mercenarios en las Galias luchando contra los aquitanos y la presencia de soldados cántabros así mismo en la batalla de Llerda (Lérida) en el 49 a.d.C.
Es en la "guerra de Cantabria" ( 29-19 a.d.C.) donde se produce la última resistencia de la Península al imperio romano de la mano de los cántabros y vacceos; no fueron exitosos sus triunfos como Roma los calificó, ya que dos años después Augusto entró en Tarraco (Tarragona). Aracillum, base de los cántabros que se resistió a los romanos, cayó después de un largo asedio por los refuerzos recibidos por mar (Portus Blendium-Suances) de Aquitania. Por ésto, y en unión con el pueblo astur, se refugian en el monte Vindio en los Picos de Europa, siendo seguidamente cercados por los invasores en los valles que le rodean, y debiendo desistir los rebeldes a causa del frío y del hambre. Hubo otros levantamientos en el 24, 22 y 19, por lo cual Augusto envió al general Agripa que sufriría vergonzosas derrotas y que se decidiría después por una exterminación de todos los hombres maduros provocando un holocausto con el que concluyó la citada guerra cántabra. Fue este el principio de la romanización instalandose las tropas romanas en Cantabria; a partir de ahí, los cántabros empiezan a formar parte de las legiones romanas.
La romanización cultural es más tardía debido al parecer a la cantidad de refugiados hispano-visigodos que llenan la región cantábrica huyendo de los árabes. Durante 7 siglos sólo en ciudades como Julióbriga y Portus Victoriae, se había desarrollado una cultura romanizada, sufriendo el medio rural un atraso en el que sus tribus continuaban con sus cultos paganos, razón por la cual se retrasó la extensión de la religión cristiana en Cantabria durante la etapa romana.
En el siglo III llegan los bárbaros y con ellos muy probablemente la destrucción de Julióbriga. El rey Leovigildo decide asentarse en toda España y así conquista Cantabria tomando Amaya, su capital en la Meseta; es probablemente a partir de este hecho que aparece un Duque de Cantabria. En esta fase de la dominación visigoda, se extiende el cristianismo.
Pedro, Duque de Cantabria, se libra de la batalla de Janda o Guadalete que le cuesta el trono a D.Rodrigo. Los árabes conquistando la Península llegan a atacar Amaya y se dirigen al mar a través de territorio astur. El 718 D.Pelayo se enfrenta a ellos en la batalla de Covadonga iniciando con ello la Reconquista. A partir de aquí, las relaciones de cántabros y astures se confirman seguidamente con la boda de Alfonso -hijo del Duque- con Ermesinda -hija de D.Pelayo-. En estos años hay una "masificación" en la región debido a las gentes que procedían de la Meseta huyendo de los musulmanes. Con Alfonso II el Casto, los cristianos godo-cántabros se extienden por la Meseta, iniciando así la repoblación; son estos emigrantes los conocidos como "foramontanos"de los cuales vino la repoblación entre otros de Brañosera y de Amaya en el 860. El poder político está en manos de los cómites (condes) que gobernaban los territorios al tiempo que las villas que no eran más que nucleos rurales. Hacia el siglo X, Liébana con su conde Alfonso (quien mandó construir la iglesia de Lebeña) por un lado, mientras el resto de la región se inclinaba hacia el condado de Castilla, del que sería parte más tarde